jueves, 17 de marzo de 2016

Quizá estemos necesitando atrevernos más y temer menos.

Quizá estemos necesitando algo más que una apariencia exterior que sólo nos divide y nos separa. Quizá estemos necesitando deshacernos de los prejuicios y de los cánones del mundo occidental. Y del oriental. Romper todos los arquetipos, todas las barreras, todos los límites. Quizá estemos necesitando menos palabras y más hechos, menos trabas y fronteras y más metas. Deberíamos dejar de pensar que las palabras son tan importantes como las vemos -o como las hacemos-. Y cierto es que con las palabras y el diálogo se rompen más muros que con un martillo, pero el primer paso para ello es un acto en sí, un acercamiento, una decisión, un impulso que nos hace dar un paso al frente y decir 'estoy aquí'. Y cómo nos cuesta, ¿eh? Ahora sí, hablar por hablar nos resulta mucho más fácil. Sin embargo, puedo desmentir vuestra realidad y decíos que no sirve de nada que alguien te prometa que estaría contigo hasta en el mismísimo infierno si luego resulta ser la reencarnación del propio diablo. De nada que te prometan una vida eterna, un bajarte la luna, un subir tus ojos a las estrellas y esas cosas quizá empalagosas que están, últimamente, muy de moda. ¿De qué sirve? ¿De qué nos vale hablar si las palabras no salen directamente de dentro? Hemos llegado a un punto en el que la gente ama sólo cuando habla, y qué triste es. Un punto en el que valen más los arquetipos, el orgullo que nos aparta y las opiniones de cualquiera, menos las propias. Hemos llegado a un punto en el que sabemos decir 'te quiero' pero no sabemos sentirlo. Y todo por miedo. Porque, tal y como leí hace unas semanas en algún lugar, 'Tener miedo y estar vivo a menudo es parecido. Así que...como no temerte a ti.' A veces lo único que nos hace falta es valor para volver a vivir otra vez. Puedes huir o puedes ponerte a bailar con la vida. Puedes conformarte o puedes luchar hasta el final.