¿Quiénes son los gitanos?
Aunque persisten dudas sobre el origen del pueblo gitano, la mayoría de los investigadores señalan la migración de grupos provenientes de la India hacia finales del primer milenio de nuestra era como la hipótesis más probable. Se cree que viajaron a Europa a través del antiguo Imperio Bizantino (actual Turquía) y desde el norte África hasta España.
El término acordado por la Unión Europea para designarlos es romaníes, que en su lengua derivada del sánscrito significa “persona”, “hombre”. Bajo esa denominación se agrupan tres grandes grupos: los romaníes –residentes en Europa del Este y Grecia--, los sintis o manuches –radicados fundamentalmente en Francia e Italia--, y los gitanos y calés –habitantes de España y Francia. No obstante, su distribución geográfica ha desbordado las fronteras europeas y hoy también existen comunidades en América Latina y Norteamérica.
Los romaníes constituyen en la actualidad la minoría étnica más importante de Europa por su número, que se estima entre ocho y 10 millones de personas.
Una historia de discriminación
Los gitanos han padecido siglos de persecución en Europa. Desde las primeras órdenes de expulsión en Alemania en el siglo XV, hasta su conversión en esclavos en Rumanía y Moldavia abolida apenas en el siglo XIX, los romaníes no han vivido en paz. Su cuestionado estilo de vida nómada se debe, en buena medida, a esta constante represión contra sus asentamientos y su cultura.
En la pasada centuria fueron víctimas de los planes de exterminio de los nazis y la asimilación forzosa en los países comunistas de Europa del Este.
El holocausto gitano, conocido como porraimos ("destrucción" en lengua romaní), condenó a muerte a medio millón de personas. En Alemania y en varios de sus países aliados durante la Segunda Guerra Mundial, los romaníes perecieron en los campos de concentración. En un solo día, el 31 de julio de 1944, murieron 20.000 gitanos en las cámaras de gaz de Auschwitz.
Los regímenes totalitarios de Europa Oriental intentaron durante décadas integrar a los romaníes en las sociedades “homogéneas” de trabajadores que promovía el socialismo. Bajo esa sombrilla ideológica, los hijos de las familias gitanas fueron separados de sus padres e internados en centros escolares regidos por el estado, mientras en algunos países las autoridades ejecutaron esterilizaciones de mujeres y hombres para impedir la proliferación de “elementos antisociales”.
El desmembramiento de las familias y las estrategias para reducir la natalidad de los gitanos también se adoptaron como políticas oficiales en otras regiones de Europa. Los gobiernos de Noruega, Suecia y Suiza se han disculpado posteriormente y han desarrollado programas para compensar a las víctimas y sus descendientes.
Pero la xenofobia contra los romaníes alcanzó el cénit después de la caída de los regímenes comunistas de Europa del Este. Frente a la debacle económica y la inestabilidad social que siguieron al fin del socialismo, autoridades y ciudadanos de la antigua Unión Soviética y sus satélites cargaron contra los gitanos, en una cruzada cuyos ecos aún se sienten.
Esa represión en Europa Oriental empujó a muchas familias gitanas a emigrar hacia el oeste, donde algunos medios alentaron el racismo con reportes sobre “la invasión gitana”.